lunes, 16 de agosto de 2010

IV. 1. CONCLUSION: Socializacion

Tanto desde la psicología sociohistórica como desde una parte de la sociología, se hace hincapié en la necesidad de la interacción comunitaria para constituir a los individuos sociales. De este modo, la interrelación promueve a los mismos a adquirir ideas, normas, valores, lenguaje, pautas de conducta que se van formando en el ejercicio recíproco con otros, facilitando su inserción en diferentes grupos sociales.
Ciertamente, coincidimos en que:

La socialización crea individuos que forman una comunidad humana, es decir, a través de la socialización aprendemos a vivir dentro de un grupo, a ser miembros competentes de la sociedad en la que hemos nacido y crecido, el proceso logra que los individuos se adecuen al orden social. Del mismo modo se plantea que una sociedad se replantea a sí misma en una nueva generación, mediante este proceso los valores y tradiciones del pasado continúan y perpetúan, proporcionando a la sociedad una continuidad en el tiempo (Light y Seller, 1996:108).

Por su parte, la sociología del conocimiento, especialmente desde la perspectiva de Berger y Luckman (1968 [2001]), entiende la realidad humana como realidad construida socialmente y piensa la existencia de la sociedad tanto desde lo objetivo como desde lo subjetivo en una constante dialéctica, entre tres momentos: externalización, objetivación e internalización. Participar de este interjuego dialéctico implica estar en una sociedad determinada. No obstante, el individuo sólo nace con una predisposición hacia la socialidad y luego se convierte en un miembro de esa sociedad. Para ello, el individuo recorre un camino que comienza con el proceso de internalización, es decir,

La aprehensión o interpretación inmediata de un acontecimiento objetivo en cuanto expresa significado, o sea, en cuanto es una manifestación de los procesos subjetivos de otro que, en consecuencia, se vuelven subjetivamente significativos para mí (Berger y Luckmann, 1968 (2001): 164-165).

De este modo, el individuo asume como propios los significados y las definiciones que rigen la vida de los otros significativos, que mediatizan el mundo para él, modificándolo en el curso de esa mediatización.
Por consiguiente,

Solamente cuando el individuo ha llegado a este grado de internalización puede considerárselo miembro de la sociedad. El proceso ontogenético por el cual esto se realiza se denomina socialización, y, por lo tanto, puede definirse como la inducción amplia y coherente de un individuo en el mundo objetivo de una sociedad o en un sector de él (Berger y Luckmann, 1968 (2001): 164-165).


Estos autores dividen al proceso de socialización en socialización primaria y socialización secundaria. La primaria es la que el individuo recibe por primera vez y por la cual se convierte en miembro de la sociedad. Por otra parte, la socialización secundaria es cualquier proceso posterior que permite al individuo ya socializado conocer y relacionarse con nuevos sectores del mundo objetivo de su sociedad que se conforman a partir de instituciones.

De este modo, se puede afirmar que “la socialización primaria suele ser la más importante para el individuo, y que la estructura básica de toda socialización secundaria debe semejarse a la de la primaria” (Berger y Luckmann, 1968 (2001): 166).
Cada individuo nace dentro de una estructura social en la cual encuentra a los otros significativos que están encargados de su socialización y que son los más cercanos. Seleccionan aspectos del mundo según la situación que ocupan dentro de esa estructura y también de sus idiosincrasias individuales, biográficamente arraigadas. Asimismo, son aquellos que mantienen la realidad subjetiva de un individuo. Dentro de estos primeros otros significativos, encontramos la familia como punto de partida en este proceso, la que deviene el mejor vehículo para la transmisión de valores emocionales, personales y grupales. Por consiguiente, en la familia el niño aprende el control biológico básico –limpieza, inhibiciones sexuales, alimentación etc.- siente protección y es favorecido por la intimidad afectuosa y los sentimientos de amor y admiración.
De los datos que poseemos a partir de esta investigación, tanto de las observaciones como de las entrevistas realizadas, podemos pensar a la Biblioteca Popular Domingo Faustino Sarmiento de Valentín Alsina como un agente de socialización para los niños de seis a diez años que concurren a la misma. En efecto, esta institución presenta un contexto de camaradería y afecto y permite la generación de ciertas costumbres, usos, modalidades y significados compartidos por el ámbito comunitario y cultural propio de la misma. Así, el proceso que transcurre es el de socialización secundaria en términos de Berger y Luckmann (1968, 2001) puesto que los usuarios son iniciados, interiorizan y ejecutan ciertas modalidades específicas del universo bibliotecario pero también de la comunidad en la que están integrados. Un ejemplo de ello es el festejo de cumpleaños y el poder realizarlo en un entorno de conocidos, de amigos que no necesariamente se da en todas las culturas sino que es un comportamiento particular de la que integran.
Por otra parte, al realizar diferentes actividades de extensión, este público infantil se construye en tanto seres sociales que practican una determinada rama artística, son espectadores de obras de títeres o teatro según ciertos modelos compartidos, se maquillan de una determinada manera, cantan o realizan deportes según las posibilidades y modelos que brinda la comunidad. En síntesis, se socializan de ciertas formas, ampliando y dialogando con lo aprendido en sus familias durante la socialización primaria.

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